El ejército reconoció públicamente el uso excesivo de la fuerza y los manifestantes pidieron explicaciones a los empleados de mando que perpetraron actos equivocados.
El paquete de medidas anunciado por el Gobierno iraquí no ha calmado los ánimos.
La última noche ha vuelto a ser especialmente sangrienta. Al menos 15 personas murieron en los choques entre manifestantes y ejército en Ciudad Sadr, un concurrido barrio de la capital y bastión del influyente clérigo chií Muqtada al Sadr, quien ha exigido la renuncia del Gabinete y la convocatoria de elecciones anticipadas.
Las imágenes publicadas a través de las redes sociales muestran a la multitud buscando refugio entre columnas de humos procedentes de la quema de neumáticos y el sonido de los disparos. Ciudad Sadr es un laberinto que habita un tercio de los ocho millones de bagdadíes, entre penurias y falta de asistencia. Inquieto por una escalada que amenaza su puesto, el primer ministro iraquí, el chií Adel Abdel Mahdi, ha ordenado que los militares sean reemplazados por destacamentos de la policía federal y ha decretado una investigación a cargo de los servicios de inteligencia.