“Cuántos que se dicen cristianos acuden a un adivino o adivina a que le lean la mano”, lamentó en su reflexión previa al rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro del Vaticano. En su enseñanza, el Santo Padre hizo un llamado a la coherencia de los cristianos con el Evangelio.
“Se trata”, afirmó el Pontífice, “de no vivir de manera hipócrita, sino de estar dispuestos a pagar el precio de la elección coherente con el Evangelio. Esa es la actitud que cada uno de nosotros debería buscar en la vida: coherencia, y pagar el precio de ser coherente con el Evangelio”.
Francisco insistió: “Es bueno llamarse cristianos, pero, sobre todo, es necesario ser cristianos en las situaciones concretas, testimoniando el Evangelio que es esencialmente amor por Dios y por los hermanos”.
En ese sentido, recordó las palabras de Jesús que se pueden leer en el Evangelio de este domingo, palabras “que pueden resultar desconcertantes a primera vista”: “¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división”.
El Papa explicó: “Jesús vino a separar el bien del mal, lo justo de lo injusto. En ese sentido ha venido a ‘dividir’, a poner en ‘crisis’ la vida de sus discípulos, rompiendo las fáciles ilusiones de cuantos creen que pueden conjugar vida cristiana y compromisos de todo tipo, prácticas religiosas y actitudes contra el prójimo, conjugar la verdadera religiosidad con las prácticas supersticiosas”.
Además, explicó otra afirmación chocante de Jesús en el Evangelio del día: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!”.
“Estas palabras tienen el objetivo de ayudar a los discípulos a abandonar toda actitud de pereza, de apatía, de indiferencia y de cierre para acoger el fuego del amor de Dios”, indicó.
“Jesús revela a sus amigos, y también a nosotros, su deseo más ardiente: llevar sobre la tierra el fuego del amor del Padre que enciende la vida y mediante el cual el hombre ha sido salvado”.