HISTORIA DE VIDA

Brisa, drogas, desenfreno y el largo y triste camino a la locura

La historia que sigue es una historia que se repite en todo el mundo, en una cantidad increíble, pero cobra real dimensión cuando el protagonista o la protagonista es cercana, conocida, familiar o amiga de uno.

Al igual que muchos niños, Brisa comenzó a “inhalar” pegamento a los 11 años. (Foto ilustrativa)
Al igual que muchos niños, Brisa comenzó a “inhalar” pegamento a los 11 años. (Foto ilustrativa)

En esta historia, Brisa, de ella se trata, es una joven de 21 años que por sus vivencias hoy "vive" el peor momento de su vida. Lo curioso y triste es que quizás ella no lo sabe.

Obviamente, esta situación es producto de una sumatoria de hechos que fue viviendo en su corta vida; desde los once años cuando por curiosidad, descuido de sus padres, malas influencias o por lo que fuera "probó" inhalando pegamento de contacto, el famoso "poxiram". Ese acto, quizás fue la "bisagra" para comenzar un camino sin rumbo, sin norte y que hoy en una parada de ese andar la encuentra internada en un hospital siquiátrico.

Cuando tenía un poco más de 15 años, aparte de estudiar, también trabajaba como relacionista de un restaurant con espectáculo, invitando a turistas y transeúntes a conocer el lugar para degustar comidas regionales y vivir la cultura del norte de la patria. Su interacción con la gente en ese rol la llevó a convertirse en una joven agradable, sociable de muy buena presencia y con los sueños propios de tantos jóvenes de quien no conocemos su verdadera realidad y que la esconden en la ingesta de drogas con el convencimiento erróneo de que la "dejo cuando yo quiero".

En ese tiempo se comenzó a rumorear que ella, esa joven niña, no tenía buenos "amigos" y que también consumía drogas. La actual realidad indica que -evidentemente- así era.

De origen muy humilde y de padres muy despreocupados por su crecimiento y educación se refugió en personas que no supieron o no quisieron enseñarle lo que no vale la pena intentar, siquiera probar. Así fue creciendo, nutriéndose de su propio error, haciendo caso omiso a aquellas personas que desde otra perspectiva intentaron advertirle lo que podría ocurrir, aunque fuera en teoría. Su juventud, su ímpetu fueron su escudo para validar lo que no quiso ver: el camino hacia su propia destrucción.

Con apenas 18 años quiso enfrentar la vida por sí sola. Alquiló una pieza y allí fue con sus sueños ya golpeados por una nueva realidad que ya no le dibujaba lo maravilloso de la vida sin necesidad de "incentivos" para valorarla como corresponde. Después de esa experiencia, anduvo por otras "piecitas" donde la ilusión de ser universitaria se terminó derrumbando quizás porque tampoco quiso recibir ayuda, por orgullo o no se sabe por qué razón, quizás demostrando que ella podía sola, como lo creen cientos, miles de jóvenes que viven y vivieron el mismo calvario.

Lo cierto es que en ese "crecimiento" evidentemente decreciente, su lozanía, simpatía, belleza y juventud se fueron marchitando, convirtiéndola ya en una mujer golpeada de muchas maneras -hasta físicamente- por alguna pareja que dejó huellas en su vida en un derrotero cada vez más pronunciado y cuesta abajo.

El 2.022 fue el ejemplo de que ya todo estaba mal. Una mañana, la familia de Brisa despertó con el relato policial de que una mujer joven, casi semidesnuda y con marcada agresividad, estaba retenida en la comisaría con evidentes signos de una irreconocible y a la vez familiar y repetida "película" de lo que le sucede a los jóvenes que buscan su salvación en la engañosa realidad que brinda la droga.

Sí, era Brisa, que en su caída existencial daba una muestra; penosa muestra de lo que hace la droga en el ser humano; en este caso a través de un "brote sicótico", que se define como una ruptura de la realidad de forma temporal que puede ser provocada por diversas causas, pero la más frecuente es una fuente de estrés potente y constante en el tiempo o debido a un consumo de alguna droga, principalmente aquellas que poseen un principio activo de tipo alucinógeno.

Tiempo de internación, claustro, medicación, limpieza interior, abstinencia y esperanzas; muchas esperanzas de recuperar al ser humano, a esa todavía joven magullada por tanto espanto existencial y que lamentablemente es real, es tangible, hasta las lágrimas.

Otro tiempo, el de la libertad, el de creer que el mal momento ya pasó y el de recomenzar. 

Otra vez el orgullo de decir "yo puedo", volver a buscar una piecita y otra vez, hace poco la noticia que Brisa está de nuevo internada y con una violencia demás pronunciada. El informe clínico que delata y lastima por su significado: el 70% de sus neuronas están destruidas, "quemadas" dirán los jóvenes. Esas neuronas, las que ya no están, pasaron por un estadío de placer, y en muchos casos de alucinaciones, de delirio, como les ocurre generalmente a los que se convierten en adictos hasta que su cuerpo ya deja de producir dopamina, donde el alimentarse también queda de lado porque el cuerpo sólo busca "algo" que le devuelva el placer perdido y que también se reflejó en el informe policial que detalló su accionar casi desnuda en una plaza bajo los efectos de "sustancias alucinógenas".

Ahondando en el porqué de esta espantosa realidad, la ciencia aclara en parte y dice que el cuerpo está compuesto por neurotransmisores que se activan normalmente con situaciones que hacen que el organismo genere dopamina de forma natural.

¿Qué es la dopamina? Es uno de los muchos neurotransmisores que usan las neuronas para comunicarse entre ellas y es una sustancia que no solo la produce el ser humano, sino también puede ser producida en laboratorios. La dopamina es frecuentemente considerada como la causante de sensaciones placenteras. En síntesis, la dopamina es un neurotransmisor que excita al sistema nervioso y cuya liberación genera una sensación de placer y también tiene función motivacional. No solo nos recompensa cuando realizamos una actividad placentera, sino que también se libera mucho antes de realizar una acción. De esta manera, consigue motivarnos a buscar situaciones o actividades agradables, evitando las negativas.

Se entiende entonces, que las personas -jóvenes, adultas, viejas- empiezan con esa situación, la de querer dejar de lado las cuestiones negativas, para simplemente sentir placer, pero de tanto generar dopamina ya por el consumo de droga, el cuerpo en algún momento deja de producirla por saturación del sistema y es allí cuando el ya adicto comienza a consumir permanentemente tratando de volver a sentir placer, "bienestar".

En este coctel de contradictorias sensaciones juega un papel importante otro neurotransmisor: la serotonina. ¿Qué es la serotonina? Es un neuromodulador fundamental en la regulación de los estados de relajación y de ánimo, las funciones fisiológicas y las conductas humanas; participa en la regulación de la conducta social, las conductas alimentarias, el sueño, los ritmos circadianos, la atención, la ansiedad, la conducta sexual y la generación de patrones motores rítmicos como la masticación, la locomoción o la respiración. Tener los niveles de serotonina por debajo de lo normal se asocia a enfermedades mentales, como el autismo, la esquizofrenia, hiperactividad, depresión, ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo, agresividad, insomnio, estrés.

Estos datos no aclaran la cuestión de fondo, en todo caso indican lo que el consumo de droga hace en el organismo provocando ayuno permanente y que se traduce luego en agresividad, también permanente.

Brisa también pasó por estas etapas.

Entonces, ¿porqué estas líneas? Porque duele saber que alguien con todo el futuro por venir no pudo, no supo enfrentar la otra cara de la vida, esa que no pinta todo de rosa, sino que muestra la dureza que significa vivir o sobrevivir en un mundo cada vez más insensible, donde nuestros niños y jóvenes cada vez están más expuestos e indefensos ante el avance de este flagelo a través de individuos que solo ven en el otro la oportunidad de acrecentar su patrimonio, aún a costa de esa vida ajena.

El principio de esta nota habla de que esta situación se vive en todo el mundo y de manera permanentemente creciente. Sí, es así. Porque datos de la realidad indican que esta problemática no es privativa sólo de Salta, las estadísticas preocupan aún más por el contexto que tiene nuestro país económicamente, donde jóvenes y aún los casi niños -como lo fue Brisa con sus 11 años en el inicio- esconden su drama existencial a los ojos de todos nosotros. En este contexto también se puede tomar como un espantoso mal ejemplo de lamentable realidad lo que le pasó a Morena Domínguez, la pequeña alumna de 11 años que fue atacada por dos motochorros y que la ultimaron por patadas propinadas en su zona abdominal. Esos "animales" también estaban drogados.

Y ocurre que tú, desprevenido lector, estás exento -o quizás no sabes que no lo estás- de esta situación, situación que seguramente cambiará tu: "pobre joven" -por Brisa, por lo que esta historia narra-, cuando alguien que quieres, caiga o ya cayó -y tú no lo sabes- en esta pendiente que solo tiene un final: la locura, que también es una forma de morir, de morir en familia, de morir como sociedad.

NAG   

 

 

 

 

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