El acto se desarrolló ante una multitud congregada en el Parque de la Familia, en Orán, Norte de la Provincia.
Los sacerdotes beatificados fueron martirizados mientras realizaban su labor misionera entre tobas, mocovíes y mataguayos en 1683, en el norte de lo que actualmente es territorio argentino.
La beatificación se realizó ante más de 20 mil fieles y peregrinos, en el Parque de la Familia de Orán.
Los principales concelebrantes fueron el nuncio apostólico en la Argentina, monseñor Miroslaw Adamczyk; el obispo de Orán, monseñor Luis Scozzina; y el arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina, Mario Poli.
Concelebraron también el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea; el obispo de Jujuy, monseñor César Fernández; el arzobispo de Salta, monseñor Mario Cargnello; su par de Mendoza, monseñor Marcelo Colombo; y el arzobispo de Tucumán, monseñor Carlos Sánchez.
Entre los asistentes se encontraban la postuladora de la causa de canonización de los Mártires del Zenta, hermana Isabel Fernández; el director nacional de Culto Católico, Luis Saguier Fonrouge; el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz; y el vicegobernador de la provincia de Jujuy, Carlos Guillermo Haquim.
Cardenal Semeraro: alimentados con “el pan de los fuertes” sirvieron al Evangelio
“Fue el impulso misionero el que los condujo hacia un encuentro mutuo. Juntos se pusieron al servicio del Evangelio y fueron fieles hasta el derramamiento de la sangre”, dijo el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, en su homilía en la Santa Misa con el rito de beatificación de los «Mártires del Zenta», Pedro Ortiz de Zárate y Juan Antonio Solinas, celebrado este sábado 2 de julio, en San Ramón de la Nueva Orán.
En su homilía, el Cardenal Semeraro recordó que la historia del martirio sufrido por estos dos nuevos Beatos nos queda muy lejana: “Lejana en el tiempo, ante todo, pero, y singularmente por algunos detalles sangrientos, también está lejana de nuestra sensibilidad. Aún hoy, y lamentablemente desde muchas partes de la tierra –precisó el Purpurado– nos llegan dolorosos testimonios de todo tipo, también inhumanos”.
Pero cuando se trata de hijos e hijas de la Iglesia que son perseguidos y ejecutados por odio a la fe, o también a una virtud infusa, o por la justicia practicada por amor a Cristo, entonces emerge una nueva clave de lectura, que Tertuliano expresó con esta clásica sentencia: “semen est sanguis Christianorum”, «la sangre de los cristianos es una semilla».
Y citando a San Agustín, el Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos precisó: “Cristo es la primera semilla de la que ha germinado la Iglesia. Cristo se hacía semilla y germinaba la Iglesia. Esto es precisamente lo que hoy nosotros estamos celebrando, al recordar el martirio de los beatos mártires Pedro Ortiz de Zárate y Juan Antonio Solinas: estamos celebrando el florecer, la primavera de la Iglesia”.
Y haciendo referencia al martirio y santidad de los dos Beatos, de los dos ministros de la primera evangelización, el Cardenal Semeraro señaló que en el canto al Evangelio ha sido recordado el versículo de las Bienaventuranzas: «Felices los perseguidos por causa de la justicia…».
El Papa Francisco lo comenta así en Gaudete et exsultate, 92 y 94: «La cruz, sobre todo los cansancios y los dolores que soportamos por vivir el mandamiento del amor y el camino de la justicia, son fuente de maduración y de santificación. Recordemos que cuando el Nuevo Testamento habla de los sufrimientos que hay que soportar por el Evangelio, se refiere precisamente a las persecuciones». Y concluye: «Aceptar cada día el camino del Evangelio, aunque nos traiga problemas, esto es santidad».