“Armamos una minga, vamos, le arreglamos la casa a los viejitos”, contó David Torres. “Nos encargamos de ver a la mayoría de los abuelitos” y a familias que tienen algún impedimento para salir a buscar mercadería o para hacer el mantenimiento de sus viviendas, como el caso de no videntes o con dificultades motrices.
“Minga” es una palabra de origen quechua que en Sudamérica se usa para referirse a trabajos comunitarios o entre amigos para ayudarse. “Se hacía antes esto. Y ahora lo recuperamos”, añadió Torres. “De a poquito tratamos de hacer llegar ayuda”. Se hace limpieza general de la vivienda, se lava la ropa, también se lleva ropa para entregar a los habitantes y cocinan en el lugar y se comparte la comida.
La minga se hace los fines de semana. El último en visitar fue Ricardo “Sapito” Borja, residente en la Quebrada del Zarzo, dentro del territorio comunitario. “El hermano ‘Sapito’ nos recibió con las manos abiertas”, contó Torres sobre la experiencia. Llevaron una cama, colchón, ropa de abrigo, calzados y mercadería no perecedera.
Otro integrante del grupo también “revisó las condiciones estructurales de la casa” y se advirtió que es necesaria “una urgente renovación de tirantes, chapas, aperturas y paredes”. También vieron que se debe realizar un servicio a los equipos de almacenamiento de energía del panel solar.
Torres contó que generalmente son acompañados por profesionales que aportan sus conocimientos para ayudar a estas personas, por lo que les agradeció y los invitó “a seguir colaborando con la Comunidad Lule”.
Sostuvo que la Comunidad decidió encarar esta acción luego de insistir ante los municipios para que ayudaran a las personas mayores y con problemas visuales y de motricidad. Sólo una vez recibieron aportes de San Lorenzo.
Para llegar a las casas más alejadas, el grupo va en auto hasta donde puede y luego sigue a pie, con caballos que cargan los bultos e inclusive cargan a un niño.