El evento, organizado por la cadena televisiva Bandeirantes de Sao Paulo, duró más de tres horas y se prolongó hasta pasada la una de la madrugada, con la participación de ocho de los trece candidatos para la votación del 7 de octubre, que decidirá quién sucederá al impopular presidente conservador Michel Temer.
La corrupción, la violencia y las dificultades económicas del gigante latinoamericano centraron un debate menos crispado de lo esperado, aunque tuvo algunos momentos álgidos.
Uno de los principales focos de la noche estaba en el desempeño del diputado de ultraderecha Jair Bolsonaro -segundo en las encuestas con Lula y primero en su ausencia- y en sus principales rivales para la eventual segunda vuelta del 28 de octubre: la ambientalista Marina Silva y el centroderechista exgobernador de Sao Paulo Geraldo Alckmin.
Pero el excapitán del Ejército, comparado a menudo con el presidente estadounidense Donald Trump, se mostró menos suelto que en sus apariciones en las redes sociales y se enfrascó en defender sus propuestas de legalizar el porte de armas, la "castración química voluntaria" para violadores y propuso crear más "escuelas militarizadas" para niños.
La escalada de la violencia en Brasil, que cerró 2017 batiendo un nuevo récord con cerca de 64.000 homicidios, es culpa de "la equivocada política de derechos humanos", manifestó este nostálgico de la dictadura militar (1964-1985), que se presenta como alternativa a la vieja política corrupta.
"Usted es harina del mismo saco (...) ¿Cómo se siente en tener más casas que proyectos (aprobados en el Parlamento - 2 proyectos en 27 años, ndlr)?", le espetó el izquierdista Guilherme Boulos, el único en mencionar la ausencia de Lula en el debate.
Alckmin trató de mostrarse como el hombre con experiencia y serio que el país necesita "para que la economía crezca y crezca con fuerza", mediante las reformas reclamadas por el mercado.
El candidato del PSDB (el partido del expresidente de Fernando Henrique Cardoso) se esforzó, sin embargo, en tomar distancia del gobierno de Temer, que impulsó varias de esas reformas desde que asumió en 2016 tras el 'impeachment' a Dilma Rousseff.