Herrera está siendo juzgado por el asesinato de su concubina, la joven Andrea Neri, cometido el 5 de enero de 2017, en una celda de la Unidad Carcelaria Nº1, de Villa Las Rosas, durante una visita íntima. El preso ya cumplía condena por otro femicidio, cometido también en prisión (por robo calificado) en General Güemes.
Sarverry se desempeña en la Alcaidía y asistió al asesino luego del segundo crimen porque amenazaba con que iba a suicidarse, por lo que recomendó que estuviera vigilado. Sin embargo, el psiquiatra aclaró que se trataba de una manipulación, una forma de coaccionar, “no es que tenía la idea fija de quitarse la vida”.
Consciente de la realidad
Añadió que el acusado “no tenía ningún síntoma psicótico. Siempre ha tenido juicio de la realidad”. “No tuvo culpa (por el hecho)”, insistió ante las preguntas de la defensora oficial Marcela Robles. “El llanto no significa que sienta culpa”, aclaró Sarverry antes de explicar que un psicópata “es una persona que tiene una relación utilitaria con los otros”, manipulativa. “No es una persona enferma” y comprende con claridad los hechos que comete.
Tenencia de herramientas en la celda
El psiquiatra fue el quinto testigo de siete que declararon ayer en el debate contra Herrera y cinco integrantes del Servicio Penitenciario de la Provincia de Salta (SPPS), cuatro acusados por incumplimiento de los deberes de funcionario público, Carlos Gutiérrez, Fernando Daniel Velázquez Fernández, José Luis Ávalos y Héctor Augusto Franco, y uno, Nelson Alexander Cardozo, por abandono de persona seguido de muerte.
Cardozo fue el primero en llegar a la celda, donde se desangraba Neri. Los otros eran oficiales de mayor rango y se los acusa porque se les atribuyen fallas en la autorización de la visita privada a Herrera.
Entre los testigos referidos a estos últimos, declararon ayer Edgar Arnedo, que era celador cuando ocurrieron los hechos, y Vicente Burgos, que era subdirector de la Unidad Carcelaria. Las preguntas rondaron en torno al procedimiento de autorización para que los internos tengan herramientas en sus celdas, dado que el arma del crimen era una gubia.
Arnedo dijo que los presos no son autorizados a tener estas herramientas en sus celdas, que de lo contrario les son requisadas. Sin embargo, el día del hecho, nadie pareció advertir la gubia de carpintería.