UNICEF considera que "las escuelas no son el principal factor de transmisión en la comunidad" y que "los niños tienen más probabilidades de contraer el virus fuera del entorno escolar", por lo que "los beneficios netos de mantener las escuelas abiertas superan los costos de cerrarlas".
Luego de un año entero en el que solo el 1%, según el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), de los estudiantes argentinos pisó un aula para hacer algún tipo de actividad educativa, el futuro todavía es incierto. Esto es así aun cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) defiende que las escuelas se mantengan abiertas y la mayoría de los estudios han demostrado que no son grandes focos de contagio. Los niños y adolescentes, según los especialistas, no son grandes transmisores del virus.
Hasta noviembre de 2020, 572 millones de estudiantes se vieron afectados por el cierre de escuelas a nivel nacional en 30 países, es decir, el 33% de los alumnos matriculados en todo el mundo.
No obstante, según la agencia de la ONU, la amenaza “más grave” para los niños son las alteraciones relacionadas con la enfermedad de COVID-19 en los servicios sociales y de salud.
En este sentido, el informe, después de realizar encuestas en 140 países, concluye que alrededor de una tercera parte de estos han tenido una reducción del 10% en la cobertura de servicios básicos, mientras que la cobertura de los servicios de nutrición para mujeres y niños ha registrado una disminución del 40% en 135 naciones.
Seis o siete millones de niños menores de 5 años sufrirán desnutrición aguda en 2020, lo que supone un aumento del 14%, mientras que se estima que, en un período de 12 meses, dos millones de niños podrían morir si se producen graves interrupciones en los servicios y, por tanto, un aumento en la malnutrición.
Evitar la “generación perdida”
Para evitar esta “generación perdida”, UNICEF ha instado a los Gobiernos a velar por que todos los niños puedan aprender, con la implantación de medidas focalizadas en la reducción de la brecha digital, y garantizar el acceso a servicios de salud y nutrición, así como lograr vacunas asequibles.
También a apoyar y proteger la salud mental de los niños, poner fin al abuso, la violencia por razón de género y el abandono. Además, llamó a redoblar los esfuerzos dirigidos a proteger y apoyar a los niños y a las familias que viven en situaciones de conflicto, desastre y desplazamiento.
Por último, instó a ampliar el acceso al agua potable, el saneamiento y la higiene, luchar contra la degradación del medio ambiente y el cambio climático, impedir el aumento de la pobreza infantil y promover una recuperación inclusiva.