El síndrome de Down es una alteración genética que puede detectarse durante el embarazo, a través de una ecografía que se realiza en la semana 12 de gestación. Esto permite detectar anomalías cromosómicas que indican la presencia del trastorno.
Las personas con síndrome de Down presentan una apariencia física típica, un grado variable de discapacidad cognitiva e intelectual, problemas respiratorios, cardíacos y de la glándula tiroides.
También hay retraso en el desarrollo, diversos grados de vulnerabilidad en la salud integral y efectos variables en los estilos de aprendizaje.
El trastorno suele ocasionar problemas de salud en general, pero los avances médicos y sociales han conseguido mejorar la calidad de vida. El trabajo médico y de otras disciplinas y el apoyo y acompañamiento familiar en edades tempranas favorecen la calidad de vida de las personas con síndrome de Down.
Sobre esta problemática, la Secretaría de Salud Mental y Adicciones del Ministerio de Salud Pública recomienda el temprano acceso al sistema de salud y una intervención con los servicios adecuados, ya que son vitales para el desarrollo y crecimiento de las personas con el síndrome.
Existen instituciones que trabajan con métodos interdisciplinarios para estimular el desarrollo cognitivo e intelectual y favorecer la inclusión social.
Es importante la estimulación desde los primeros años de vida, no sólo desde lo sanitario, sino también en lo educativo y social, a fin de potenciar las habilidades personales y desarrollar la autonomía para la vida adulta.
Una persona con síndrome de Down es, como todo ciudadano, un sujeto de derecho. Deben respetarse sus tiempos e intereses y garantizar la participación efectiva sobre los asuntos relacionados con su vida.