A raíz de la pandemia de coronavirus, el Arzobispado de Salta llevó adelante durante estos últimos días el rezo extraordinario de la novena en honor al Señor y la Virgen del Milagro.
Ante la vigencia del aislamiento social obligatorio, la novena se realizó día tras día a través de redes sociales hasta el sábado último.
Y como todo novenario, este domingo se llevó a cabo también en forma extraordinaria, la renovación del pacto de fidelidad del pueblo de Salta en sus patronos tutelares.
La misa, celebrada casi en soledad en la Catedral Basílica, fue encabezada por el arzobispo de Salta, monseñor Mario Antonio Cargnello y fue seguida por redes sociales por miles de fieles de todos los rincones de la provincia, del país y del mundo.
A lo largo del oficio se multiplicaron por miles los comentarios, las frases y las expresiones de fe en el Señor y la Virgen del Milagro, de quienes siguieron la ceremonia.
Al cabo de la celebración, Cargnello recordó algunas de las palabras pronunciadas por el Papa Francisco, durante la bendición Urbi et Orbi, para luego proceder a la lectura de la renovación del pacto, que habitualmente se realiza cada 15 de septiembre.
“Estamos ante una tormenta inesperada y furiosa que nos encuentra a todos en una misma barca”, repitió Cargnello y luego prosiguió con que “todos estamos llamados a remar juntos... todos necesitamos de confiar entre todos mutuamente”.
Siempre parafraseando al Papa Francisco, Cargnello dijo que “no nos hemos dado cuenta del llamado del Señor... no despertamos de guerras y desigualdades en el mundo... no escuchamos el grito de los más pobres y de la naturaleza, pensando siempre en estar sanos en un mundo enfermo”.
Finalmente, y tras la renovación, el arzobispo reiteró el agradecimiento del sumo Pontífice a todas aquellas personas que hoy enfrentan la pandemia desde sus distintos puntos de trabajo y que están escribiendo los acontecimientos decisivos de la historia, entre ellos médicos, enfermeros, camilleros, repositores de mercadería, recolectores de residuos, cuidadores de enfermos y ancianos, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos otros que comprendieron que “nadie se salva solo”.