Primero definió al suicidio como un trastorno del comportamiento, que tiene una evolución mínima de dos años.
“El suicidio es un hecho muy doloroso, que tiene un aspecto muy íntimo privado, que alude a la multicausalidad que lleva al trastorno de este trastorno, y otro social de la situación que vive el grupo familiar y compañeros, amigos, vecinos y gente de los contextos educativos y laborales que esté vinculado a la persona que intentó suicidarse o se suicidó”, refirió.
Respecto al rol social que cumplen los medios de comunicación en el contexto del trastorno, Álvarez sostuvo que: “El periodismo debe informar los casos de suicidios, pero además debe hablar del trastorno del comportamiento suicida y del trastorno de autolesiones no suicidas en cualquier momento del año”.
Recomendó no publicar los métodos de muerte ni las fotografías de los cadáveres y escena del hecho para evitar comportamientos imitativos. “Hay que comunicar que alguien se suicidó, que eso tiene incidencias y cuáles son las edades. Dar a conocer inmediatamente los teléfonos a los que pueden recurrir ante casos similares como una guardia hospitalaria o salud mental”, dijo.
“Un suicida en algún momento piensa dónde, cómo y cuándo hacerlo. Si ya tiene cuándo hacerlo es mucho más grave. Supongamos que piensa en querer matarse, pero no sabe cómo, y yo lo pongo en un titular que se ahorcaron de tal manera, le estoy dando el método, y por ahí lo prueba y hay una imitación con ese método”, señaló.
Álvarez sostuvo que tiempo atrás se vinculaba a las personas depresivas con las suicidas. “Muy poca cantidad de depresivos se suicida. El trastorno de comportamiento suicida se puede dar en cualquiera de nosotros. Tiene siete fases y se construyen por tiempo, no se da de un día para el otro. Mínimo dos años, incluso en los niños”, afirmó.
Agregó que: “Hay muchos factores que lo llevan al suicidio. La violencia es uno, la no resolución de conflictos es otro, el afrontamiento de dificultades y de las emociones, ser víctima de situaciones de violencia”.