La mesa se colocará al mediodía en el Salón Municipal y se levantará el martes en el mismo horario. Los vecinos están invitados a colocar también sus ofrendas.
A primera hora del lunes, en las instalaciones del Instituto Luis Linares, personal municipal se reunirá para realizar las ofrendas que se amasan y que adoptan distintas formas como escalera, ángeles, cruz, palomas y otras figuras. Ese mismo mediodía se armará la mesa con las fotografías de los difuntos, ofrendas, velas, flores, comidas, panificados, y bebidas como la chicha. Luego del rezo por las almas, la mesa quedará puesta hasta el 2 de noviembre. Cerca del mediodía se despacharán a las almas y se levantará la mesa. La parte de las ofrendas que corresponden a las almas se entrega a la tierra, y el resto se repartirá entre los presentes y los trabajadores municipales en partes iguales.
La tradición
Como la costumbre ancestral lo marca, y como parte de un sincretismo religioso y cultural, en cada hogar el 1 de noviembre, e inclusive antes, las familias comienzan con los preparativos de las comidas y bebidas que les gustaban a sus difuntos, las que luego serán puestas en una mesa decorada con flores para agasajar y recordar a los difuntos.
La tradición dice que las almas visitan todos los lugares que solían recorrer en vida y se alimentan de todo lo que hay en las mesas. “El 2 de noviembre también se sirve el desayuno que les gustaban a las almitas, algo a media mañana y también al mediodía. Los preparativos siempre fueron motivo de reunión familiar”, contó Cristina Sumbay. La mujer detalló que a las figuras humanas se les pinta los ojos con carbón y que al despachar a las almas se separa su porción de ofrenda y se la deposita en un mojón, siempre pidiendo permiso a la Pachamama con una oración. Al finalizar se cierra el pozo y se pide a las almas que intercedan por los vivos.