Por la tarde se realizó la Procesión de Penitencia con la Cruz Primitiva del Señor del Milagro desde la Parroquia San Juan Bautista de la Merced (Caseros 869) hacia la Catedral, en memoria de la primera procesión realizada en el año 1692.
La Eucaristía por la solemnidad de la Virgen del Milagro, fue concelebrada por el arzobispo de Salta, monseñor Mario Antonio Cargnello, monseñor Octavio Ruíz Arenas, secretario del Dicasterio para la Nueva Evangelización; y los obispos Marcelo Martorell (Puerto Iguazú), Samuel Jofré (Villa María), Han Lim Moon (auxiliar de San Martín) y Guillermo Rodríguez-Melgarejo (emérito de San Martín).
También estuvieron presentes el gobernador Juan Manuel Urtubey junto a su esposa Isabel Macedo, el intendente de la ciudad, Gustavo Sáenz y otras autoridades provinciales y municipales.
Toda la ceremonia estuvo acompañada por el Coro del Instituto de Música y Danza de la Provincia de Salta, bajo la dirección del maestro Luciano Garay.
"Como presidente de la conferencia episcopal represento e interpreto el deseo de todos los obispos de nuestra Patria de ponernos bajo la mirada de la Virgen del Milagro”, dijo monseñor Ojea en el comienzo de su homilía.
“En este momento tan delicado de la vida de la Patria debemos ponernos bajo su mirada maternal y dejarnos mirar largamente ante su rostro amoroso”, afirmó.
Destacó las bondades de la madre de Dios bajo cuatro miradas, tomando las palabras del Papa Francisco: la ternura, la que teje, la atención y la integradora.
“Querida Madre del Milagro, en esta hora necesitamos invocarte con la antigua y querida oración de la Salve en la que te decimos: ‘Vida, dulzura y esperanza nuestra’”, sostuvo, y detalló los conceptos.
“Vida que es la plenitud de todo lo que deseamos. El bien supremo al que servimos y defendemos, y en el que debemos crecer y madurar, aprendiendo día a día a cuidar la vida de nuestros hermanos”, precisó.
“Dulzura, ya que necesitamos suavizar las piedras del camino que causan dolor en nuestro peregrinar y hacen muy áspero el sendero, creando divisiones profundas y enemistades entre no-sotros los argentinos”, expresó.
Luego dijo “la estrella de la evangelización y la aurora de nuestra salvación, la Madre de la Luz que es Cristo, capaz de renovar los motivos más profundos de nuestro peregrinar, los ideales que nos mueven a construir una verdadera Patria de hermanos”.
“Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”, pidió, y concluyó: “Enséñanos a dejarnos mirar largamente por ellos para poder llevar tu mirada serena de Madre a todos los hermanos, convencidos de poder vivir como vos la alegría del Evangelio”, concluyó.
