Este domingo a la madrugada comienza la travesía de fe. Para el sacerdote el Milagro logró unir a los mineros, lo que no lograron las empresas.
“Ellos se han revalorizado como personas ante la sociedad desde que comenzaron las peregrinaciones. Ellos rezan por la patria, la familia, los enfermos y por su trabajo. No hace mucho uno de las mineras despidió un gran número de trabajadores y entre todos buscaron una solución.
Uno de los dirigentes me dijo que si al minero se los trata bien y se le paga con justicia es siempre leal”, señaló. Luego de caminar 55 kilómetros, lo peregrinos harán noche en Santa Rosa de los Pastos Grandes.
“Son 70 kilómetros desde Pastos Grandes hasta San Antonio de los Cobres, a la altura máxima que llegaron al Abra del Gallo es de 4630 metros de altura.
Se unen los mineros que vienen de Tincalayo, de Patito que son del Salar Centenario y se suman en el camino los de Sijes y Ulex. Salimos unos 150 y en el cruce a 20 kilómetros de San Antonio, nos encontramos con los que vienen de Tolar y Olacapato, superando ampliamente los 200”, relató monseñor.
El martes descansarán en San Antonio de los Cobres, y de allí partirán el miércoles hasta Santa Rosa de Tastil. “Es otro tramo difícil. En Muñano son 4080 metros de altura y se siente mucho. La ventaja es que es un retiro espiritual porque no hay señal de nada”, agregó.
En el recorrido, monseñor dialoga con los peregrinos, se reencuentra con la pastora Damiana de más de 70 años, quien lleva la misma cantidad de peregrinaciones encima y no siente cansancio al caminar los cientos de kilómetros.
“Hablo con los mineros y con la gente de San Antonio y les voy preguntando en el camino por qué hacen la peregrinación. Y lo que llama la atención es que la gente va a dar gracias, es como que en la ciudad estamos por detrás de lo urgente y ellos detrás de lo importante y saben compartir. En la peregrinación se la fraternidad entre ellos.
El pobre comparte con el pobre porque sabe de pobreza”, dijo. Para el Bernacki, la Puna es una “reserva espiritual importante”, porque “no es fácil vivir allí ni ser minero”.
Afirmó que: “muchas veces nuestros desánimos y amarguras en la ciudad se desvanece en esa fuerza que tienen que los lleva a luchar por su familia y el trabajo cotidiano. La minería es su vida. El problema no es la minería sino la falta de control del gobierno a la minería”.