El ataque, atribuido por el gobierno del presidente conservador Iván Duque al grupo guerrillero Ejército de Liberación Nacional (ELN), causó 21 muertos y 68 heridos cuando una camioneta con 80 kilos de explosivos que era conducida por José Aldemar Rojas detonó contra el edificio.
La marcha culminó con una misa en la catedral de Bogotá en memoria de las víctimas. En su mayoría los muertos eran jóvenes cadetes de 17 a 22 años, estudiantes de la Escuela de Policía General Francisco de Paula Santander.
El presidente Iván Duque dijo que tenía “el corazón arrugado pero también el deseo de honrar a estos héroes, porque honrar su memoria es rechazar la violencia y el terrorismo y unirnos como país”. En varias ciudades de Colombia los manifestantes concurrieron vestidos de blanco, agitando banderas y carteles que proclamaban “la vida es sagrada”.
“Creo que un grupo que se dedica al narcotráfico, secuestro y vuela oleoductos no da muestras de querer la paz, y menos con acciones como esta de matar a 20 jóvenes”, sostuvo Amanda Ramírez, de 49 años y empleada de un centro estético.
El gobierno y algunos líderes de oposición se sumaron a la convocatoria y caminaron por las custodiadas calles de la capital colombiana.
“Tenemos el corazón arrugado, pero también tenemos el deseo de honrar a estos héroes y honrar su memoria significa rechazar la violencia, rechazar el terrorismo y unirnos como país”, declaró el presidente Iván Duque.
Varios de los manifestantes se acercaron espontáneamente a los policías para abrazarlos o expresarles su agradecimiento, un gesto que era respondido con lágrimas por algunos uniformados, según observó un periodista de la AFP.