SECUESTRADO Y ASESINADO

Piden perpetua para 4 ex jefes policiales por la muerte en 1976 de un trabajador

Cuatro ex jefes policiales son juzgados por los delitos de privación ilegal de la libertad, tortura y el homicidio calificado por alevosía y la participación de más de tres personas de Calixto Zalazar, un trabajador del Matadero Municipal, secuestrado en 1976.

José Zalazar, hijo del trabajador asesinado.
José Zalazar, hijo del trabajador asesinado.

Tal como estaba previsto, ayer el Tribunal Oral Federal 1 escuchó la declaración reivindicatoria de un hijo de Calixto Zalazar, tras lo cual se inició la ronda de alegatos.

El primero en hacerlo fue el abogado Gastón Casabella, querellante de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, quien pidió la prisión perpetua de todos los acusados.

En su exposición, el letrado se refirió al contexto histórico que rodeó la muerte de Calixto Zalazar, secuestrado en los primeros días de septiembre de 1976. Luego, su cadáver fue descubierto el 6 de ese mes en un terraplén de Villa Primavera; el cuerpo apareció envuelto en una bandera argentina y con una ametralladora en una de sus manos.

Casabella se explayó bastante sobre el accionar del plan sistemático y general establecido para eliminar a todo aquel opositor al régimen que el Consejo de Seguridad Nacional instauró y sostuvo por aquellos años, de la mano del aparato estatal.

Señaló con vehemencia cómo los acusados, desde el puesto que ocupaban fueron funcionales a la persecución de civiles, ya sea indigentes, artistas o de otra extracción social, con el solo pretexto de considerarlos enemigos del régimen militar imperante.

Cabe señalar que el juicio se sigue en contra del ex Jefe de la Policía provincial, Joaquín Guil; su segundo al mando, Virtom Modesto Mendíaz; el ex jefe de la Dirección de Personal de esa fuerza, Roberto Arredes; y el ex comisario José Manuel Reinoso, responsable de la Comisaría Cuarta.

Según Casabella, durante el debate quedó claro que la víctima era un hombre que tuvo distintas facetas, entre ellas la artística, pero lo que más les molestó a los acusados es su participación en reuniones laborales con empleados del matadero, quienes buscaban mejoras de condiciones de trabajo.

Esta situación fue suficiente para quedar marcado y convertirse en un objetivo a eliminar por parte del aparato policial, el cual operaba bajo las instrucciones del plan secreto que el Estado llevaba adelante en una supuesta lucha contra la subversión, excusa bajo la cual se cometieron numerosas atrocidades.

Con jurisprudencia a tono, el querellante marcó el acento en que Zalazar no representaba ningún peligro más allá de su manera de pensar.

Indicó que Reinoso, como subcomisario responsable de la comisaría Cuarta, un reconocido centro clandestino de torturas, conocía muy bien la situación y fue testigo de cómo otro subalterno Héctor Astigueta, fallecido, mató a golpes a Zalazar.

Para asegurarse la impunidad, en tanto, Arredes se encargó de disponer el traslado de Astigueta y Reinoso de esa dependencia, con lo cual quedó claro que era parte de la cadena de responsables en la muerte de Zalazar, al igual que Mendíaz y Guil. En vista de ello, solicitó que los cuatro acusados sean condenados a prisión perpetua por los delitos imputados.

Un hijo reivindicó la memoria de su padre asesinado en 1976

José Zalazar, hijo mayor de la víctima, pudo reivindicar la figura de su padre asesinado. En su primera declaración se refirió al hecho, pero debido a la fuerte carga emotiva, no había podido referirse a la historia de vida de su progenitor, por lo que ayer, el tribunal, accedió a escucharlo nuevamente.

En su relato, y aún visiblemente emocionado, Zalazar afirmó que su padre fue un hombre de bien, trabajador y que hizo todo lo que pudo por cubrir todas las necesidades materiales y afectivas a la familia, para lo cual trabajó en varios lugares.

Dijo que su padre provino de Santa Fe, que vivían en una pieza, pero siempre lo tenían bien vestidos. Sobre su trayectoria de vida, contó que en un momento se fue a trabajar en el turf, como jinete, un oficio en el que se destacó y que luego trabajaba en el cuidado de caballos.

Posteriormente, se desempeñó en una finca y hasta fue extra en la película Taras Bulba, filmada en Salta entre octubre y diciembre de 1961, con actores de la talla de Janet Leigh y Tony Curtis y sus hijas Jamie Lee y Kelly, siendo el escenario la zona sur de la ciudad.

Además de trabajar como peón rural, explicó que su padre también era artista y participaba de una obra que se exponía en esta ciudad. En cuanto a su trabajo en el Matadero Municipal, José confirmó que se desempeñó en esas instalaciones y que efectivamente se reunía con otros empleados, aunque no se refirió a los motivos de dichos encuentros.

Recordó también que se desempeñó como mozo y que siempre lo que ganaba era para llevar el pan a casa, sin que su vida representara peligro para nadie, por lo que no encontró explicación a su muerte y mucho menos a la forma en que fue asesinado.

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