Dijo que posteriormente, en el año 2004, cuando la causa fue reactivada por el fiscal federal, Ricardo Toranzos, dicho funcionario “hizo mérito de dichas diligencias y pidió acumular el expediente originario, requiriendo indagatoria del ex jefe de Policía, Coronel Gentil y pidió la acumulación de los legajos de la cúpula policial, con el comisario Joaquín Guil a la cabeza”.
“De lo que antecede, surge con claridad que la incorporación de los elementos probatorios que motivaron las imputaciones a los que luego se le atribuyeron responsabilidad mediata en el secuestro de Ragone, se debió a mi actividad en la causa no pudiendo seguir por imperio legal por mi enemistad con Grande”.
“Me lamenté tener que apartarme, pues se me presentaba la oportunidad de profundizar la investigación del hecho y esclarecerlo, tal como se lo había expresado a la señora y al hijo de Ragone. Era inevitable indagar a Grande, pero debido a la enemistad manifiesta, me correspondía excusarme”.
Dirigiéndose al tribunal, Lona concluyó con la siguiente frase su declaración: “Yo nada tuve que ver con el crimen y el encubrimiento (de Ragone). Si tuviese la más mínima responsabilidad ya estaría muerto de vergüenza”. Luego, volvió a su lugar, al lado de sus abogados defensores, y el tribunal pasó a un cuarto intermedio.
“No soy un encubridor”
Con los achaques propios de la edad, Lona, con 83 años a cuesta, se levantó de su lugar, al lado de sus abogados defensores, caminó apenas unos pasos y se acomodó en la silla de los testigos con una pequeña mesa enfrente, una escena que nada se compara a la comodidad de su viejo despacho de juez federal.
Con un ayuda memoria, un glosario que ya formaba parte del expediente penal, el ex juez comenzó su declaración que, de indagatoria no tuvo nada, pues puso como condición de ello no responder preguntas de ningún tipo, algo que el tribunal aceptó sin reparos, en garantías de su derecho de defensa en juicio.
En su relato, Lona recordó en detalle lo sucedido el 11 de marzo de 1976, cuando el ex gobernador, Miguel Ragone, fue secuestrado en un operativo que incluyó el asesinato de Santiago Arredes, un almacenero que intentó impedir el escape del grupo de tareas que ejecutó el rapto.
En ese accionar también fue herida Margarita Martínez Leal, una joven empleada de una inmobiliaria, quien fue blanco de una ráfaga de ametralladora.