Donde la característica de las denuncias son la discriminación, los malos tratos y la violencia psicológica que los docentes sienten sufrieron, antes de terminar siendo apartados de los establecimientos educativos sin causas justificadas.
A las denuncias conocidas días atrás de D.R, T.B, se suma la de S.G. quien sostiene que el agravio moral que sufrió es irreparable. La docente se desempeñaba desde el año 1991 en el colegio Niño Jesús de Praga, tanto en primaria como en nivel inicial, y este año fue despedida sin miramientos y espera respuestas a sus reclamos.
“No tuve respuesta de nadie, ni la Justicia, ni la Iglesia, ni Educación, solamente se acercaron a acompañarme el padre Ariel Fesia y el padre Lucas, donde el agravio moral que me hicieron es irreparable”, sostuvo la docente.
Así contó que en distintas reuniones el cura Pardo puso en duda su profesionalismo en la docencia: “Ejerzo esta profesión por más de 30 años, el daño y el perjuicio fue inmenso, ya que me pidieron dedicación exclusiva y por eso renuncié a las horas cátedra que tenía en el colegio Santa Isabel de Hungría, y con mi edad hoy es difícil volver a reinsertarme”, sostuvo.
Su relación con los representantes legales anteriores, siempre fue excelente, donde el compromiso como escuela agustina era trabajar por la comunidad y donde el personal, los padres y las familias son testigos de este compromiso y de brindar calidad educativa y de cuidado a los alumnos.
“Sin embargo todo cambió cuando ingresó el padre Julián Pardo en febrero, de este año, donde lo único que importaba era lo económico; pensar que como directivos tratamos de cuidar la investidura del sacerdote; cuidar en el sentido de callar. Callar sus faltas de respeto, su manera despectiva de designar a algunos docentes por su físico, de discriminarlos, sobre todo si para él eran gordos, morochos, resaltando alguna parte del cuerpo, siempre de forma despectiva. Nada de lo que se enseña”, dijo S.G.
Tras denunciar estas situaciones de los Agustinos, en marzo pasado y lejos de recibir una solución desde la propia orden, S.G. fue despedida del establecimiento. “Fue un despido violento y es el padre Julián quien me sacó hasta la puerta y es hasta el día de hoy que no me permitieron retirar mis cosas que la nueva gestión las utiliza como propias. El dolor es grande porque es un sacerdote quien hizo todo esto y es más grande porque la Iglesia no hace nada”.
Recordó que el propio sacerdote Pardo en ciclo lectivo 2019, prohibió realizar actividades pastorales con los chicos de la villa San Antonio, trabajo que se venía cumpliendo con el anterior representante Ariel Fesia, quien hoy está de vicario en San Antonio.
“Cómo puedo escuchar al obispo hablando de los que sufren injusticia, de los pobres, de los necesitados, sin que ellos accionen en estos casos, en los que las denuncias están en su escritorio. Es fácil seguirle el juego a quienes se burlan y discriminan.
Sigo esperando justicia espero, el nuevo gobernador, mire lo que ocurre en la Dirección de Privada, en el Ministerio de Educación y que el obispo se interese de estos sacerdotes que tanto daño hacen a nuestra religiosidad, aclaro, no son todos; aquí es uno”, dijo S.G. en un diálogo que de a ratos se tornó muy difícil ya que le ganaba la emoción, más que la rabia, el dolor, más que espera.