También es cierto, que para que uno no pueda quitarle los ojos de encima, y que el artista y sus canciones puedan tomar todo este “injusto” protagonismo, ese “decorado” tiene que ser de notable excelencia y todo confluir en pos de ese objetivo; caso contrario esto jamás podría suceder.
De Lila nos atrapa en principio su voz y sus canciones, pero luego en vivo explota. Ella sobre el escenario es el epicentro, una fuerza de atracción abrumadora y que además con una seducción que excede a su género. Todos los sexos gritan cautivados y seducidos por igual.
Ella es lo que toda artista debería ser. Además de buena voz como un talento natural que se tiene o no existen otros factores que completan como artista. Lila tiene ese potencial. Cuenta con su valor agregado que la distingue por sobre tantas buenas voces. Si Lila no es ya una diva de la canción Sudamericana, estoy seguro que lo será muy pronto.
Luego de dos horas en el escenario, que pasaron como dos minutos, no quedaron dudas que su talento de cantante, pero esta vez el acento está puesto en lo que rodea a su voz y sus canciones, y se puede afirmar que Lilla Downs, es a quien uno no puede quietarle los ojos de encima.
Alrededor de sus interpretaciones, ella es toda seducción, cautivadora como ninguna, en sus gestos, en su sonrisa permanente. Pisa solida el escenario como una gran artista, dibuja cada uno de sus movimientos, miradas y es cuidadosa en todos sus detalles al moverse por el escenario. A la puesta en escena y el respaldo de una virtuosa banda de músicos, le pone un plus a su colorido vestuario y accesorios propios de sus orígenes de Oaxaca, y de la cultura mexicana.
En esas dos horas pasa del romanticismo, la formalidad, la nostalgia, a la fusión propia de nuestra cultura con el fronterizo hip hop, entre bronces, bajos, guitarras, batería y acordeón, maneja la escena con maestría única y todo el tiempo se mueve o baila con envidiable cadencia. Y al final de cada tema es tan obvia como inevitable la explosión del público.
Uno de tantos temas celebrados es de raíz africana, raíz indígena, raíz española, “La Iguana”, no tiene desperdicio, es una fusión, ritmos varios y gracia con número de zapateo incluido. No faltó así la danza por supuesto. Con la invitación a escena en varios temas de bailarines del ballet “Raíces de Salta”. Otro toque salteño vino además con la copla en un solo de voz magistral de Mariana Carrizo, que luego fue a menos en el segundo tema que Lila la invitó a cantar.
Aires de ranchera, mariachis, entre ritmos cuasi gringos tejanos y de Oaxacade, sonidos border, la noche del sábado fue exultante si pausas. Todo le “salió a pedir de boca”. Su público en esta aldea crece, pero falta un toque aun, atribuido seguro a las tantas crisis que solemos concebir. Ella muy agradecida igual. En su segunda visita no para de recibir halagos de la gente, a la que le promete de volver a ver.
Final de fiesta mexicana y al día siguiente de su actuación muy atenta twettea a la producción local de Violeta Aquino: “Gracias Salta, la linda, vamos marchando, buscando nuestra renovada identidad y cultura. Porto mi poncho salteño con mucho orgullo”. Creo que estaría demás decirle, te esperamos…!
- FOTOS: gentileza de Eduardo Sánchez Iturbe.