Donald Trump consideró despejadas las dudas que mantenía y dio por bueno que el 12 de junio en Singapur se celebrará el histórico cara a cara con Kim Jong-un, que él mismo tumbó hace nueve días. “Habrá reunión”, afirmó.
Estados Unidos quiere que Corea del Norte acepte la "desnuclearización completa, verificable e irreversible" de la península de Corea.
La carta, el emisario y el presidente. Nada faltó en la escena ni siquiera la abismal desconfianza que aún provocan los agentes norcoreanos. Tanta que la misiva fue revisada por el servicio de seguridad presidencial antes de su entrega a Trump.
El recelo tiene sus razones. El enviado de Corea del Norte, Kim Jong-chol, es un viejo conocido de la inteligencia estadounidense. General de cuatro estrellas y perteneciente al círculo íntimo del Líder Supremo, dirigió durante años los servicios secretos de la hermética tiranía.
A su mando se atribuye el ataque perpetrado en 2010 contra la corbeta surcoreana Cheonan, que acabó con la vida de 46 marineros. Y también operaciones de hackeo a gran escala como la sufrida en 2014 por Sony Pictures para frenar la emisión de una película paródica sobre Kim Jong-un.
El objetivo de Washington es lograr la desnuclearización completa de Corea del Norte. Trump ofrece levantar las sanciones, conceder ayuda económica y avalar continuidad de la tiranía.