García es hasta ahora el único denunciante ante la Justicia de los hechos acontecidos fines de los 80 y principios de los 90 en Rosario de Lerma.
“Señor, señora, no sea indiferente, abusan de los chicos en la cara de la gente”, fue uno de los cánticos que acompañó ayer la marcha por Rosario de Lerma que contó con pocas personas observadas con la mirada atónita de algunos pobladores que estaban por el lugar.
Los manifestantes se reunieron en la Plaza Central que a la hora de la marcha, contaba con varios de los bancos de la plaza, casualmente, recién pintados por lo que había carteles que advertían con la leyenda “pintura fresca”.
García agradeció a los organizadores del evento y sostuvo que perdona a todas aquellas personas que alguna vez lo trataron de mentiroso por la denuncia que había realizado.
“Estoy en paz. Se supo que siempre dije la verdad”, dijo llorando a su público radial, al referirse a la resolución que dispuso el Arzobispado respecto de su caso.
Solicitó a las demás víctimas que no dieron aún a conocer sus casos, que se acerquen a la Justicia pidiendo reserva de su identidad si es necesario, pero que aporten los testimonios de sus experiencias.
Un grito sin atención
La denuncia que hizo una integrante de la Iglesia muchos años después de lo acontecido (y por la cual se inició el juicio canónico), sostiene que en una misa que hizo Lamas terminada la Semana Santa por aquellos años en los que sucedió el hecho, en la misa de Resurrección de ese año (misa de pascuas) “este joven gritó en los momentos posteriores a la homilía ‘violador, violador, sos un violador’.
El sacerdote ordenó retirar al joven de la misa para no confrontar. Cuando terminó la misa, un grupo de adultos les pidió a los sacerdotes esperando respuestas por lo que había ocurrido, con lo cual respondieron que se retirasen, afirmando ‘no se le puede dar crédito a un chico que dice semejante cosa, no corresponde dudar del padre Emilio’”.
El joven que gritó era García, quien estuvo excluido por quienes formaban parte de la Iglesia.